Está lloviendo mucho estos días, por lo que no podemos salir a correr y a cabriolear por los bosques cercanos al pueblo. Los aguaceros, a veces, son tan intensos que ni poner los pies (o las patas) en el jardín nos permiten, así que nos pasamos las horas muertas jugando al tute. Hace poco recordé aquellas tardes familiares de domingo en las que nos reuníamos en torno a una mesa y una baraja de cartas y, entre bebidas alcohólicas y humo de cigarrillos, componíamos las combinaciones del 7 y medio, el remigio, la podrida o el mismísimo cinquillio. Luego los Reyes Magos trajeron un Bingo y el vicio se desató a ritmo de bombo y efusivos cánticos: ¡línea! ¡han cantado bingo!... moneditas al bolsillo de la afortunada o afortunado de turno. ¡Qué hermosa costumbre perdida! Reunirse para jugar es ahora algo rancio, arcaico, friki, deleznable incluso. En estos tiempos, la tertulia se hace delante de una pantalla, desde cualquier parte del mundo, sin necesidad de roce, pero con la mejor calidad de imagen y sonido.
Tiene razón, así que en estas tardes plomizas de otoño, hemos adquirido la sana rutina de sentarnos frente a frente, en la mesa camilla con un mazo de cartas (solo nos falta el brasero) y ya nos ves cantando ora las 20 ora las 40. Admito que está pillando muy bien las reglas del juego y lo felicito por ello, pero es tan torpe barajando, que no puedo evitar reñirle y en más de una ocasión acabamos discutiendo. Resultado: dice que no quiere jugar conmigo, que no hago más que pegarle la bronca, que tengo muy poca paciencia y muy mal perder. Ahora organiza timbas con sus colegas del barrio. Y ya me veis a mí estas tardes lluviosas haciendo solitarios en el ordenador mientras oigo sus ladridos emocionados al ganar o perder una partida. ¡Qué envidia me dan!
La frase del día: "¡Guau! Pintan bastos en la economía mundial."
Nelo
2 comentarios:
:-)))
Me encanta el tute!! Totalmente de acuerdo con recuperar estos vicios!!!
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