martes, 16 de julio de 2013

Aprendiendo a nadar

Hoy se ha cumplido uno de mis sueños: nadar con mi perro.
Hay que decir que no le ha resultado fácil. Al principio, todo eran lloros y lamentos. El problema no es mojarse sino no hacer pie, o mejor dicho, no hacer pezuña. 
—Es que cubre, mami.
—Pero tú flotas, hijo. 
Así hemos estado un buen rato, la pelota en el agua a una distancia prudencial y él con las patas bien asentadas en la orilla. Hasta que me he tirado a rescatar la esférica y se ha lanzado tras de mí. Como de costumbre, la experiencia le ha gustado (¿¡por qué no se fiará a la primera!?) y, a partir de ese momento, todo ha sido, tíramela, tíramela que voy a buscarla. Un no parar que ha concluido en berrinche porque no quería marcharse.
Ahora está tirado al nimio frescor de las baldosas, reposando como el guerrero campeón que es, pero antes de echarse me ha preguntado si hay campeonatos de natación caninos, dice que quiere entrenarse y que lo que más ilusión le haría en la vida, sería ganar una medalla olímpica. 
¡¡¡Ah, cuándo se le pasará esta ingenua adolescencia!!!

La frase del día: Y como no sabía que era imposible... lo hizo.
 Acción poética. Tucumán

1 comentario:

relatos de lorca dijo...

Así se empieza ......... Y se termina pasando las tardes en la piscina con otras madres, sacrificadas por la causa Sportiva de sus retoños, y yendo de competición en competición los fines de semana, y te lo digo por experiencia.
Lrc